Si estas aquí es porque te gusta leerme, así que coge tu tacita de café y acomódate, porque te voy a contar la historia de cómo fue que Simón llegó a este mundo.

Antes de que Dios me sedujera en realidad no tenia deseos de tener bebés, ni de casarme, ni de nada que se le pareciera; pero después como que me pico una mosca y quise casarme. Me casé y al tiempo dije “¿Cual es mi resistencia con el tema de tener un bebé?”, luego de ahí se me metió bebé entre ceja y ceja y decidí lanzarme.

Yo, muy ilusa, creía que me iba a embarazar de una vez pero, qué va, pasaron como 3 o 4 meses y nada y yo ya estaba como que bueno “I’ll never have a baby” y cayéndome en un vortex de desesperación.

 En ese mismo tiempo en el que repetía ese mantra como cuatrocientas mil veces al día, descubrí la novena de San Andrés que se hace desde el 30 de noviembre, hasta el 25 de diciembre y decidí hacerla por la intención de tener un bebé.

Por ese tiempo también fui con Christian a una misa a la que nos invito mi papá, que era por las intenciones de personas que querían tener hijos y no habían podido todavía.

Pues el 31 de diciembre de ese mismo año (2017) vi mi primera prueba positiva. La línea estaba tan clarita que Christian me tuvo que convencer de que realmente la prueba era positiva.

Cualquiera cree que yo iba a estar brincando y saltando de la felicidad, pero en realidad, cuando vi la línea me quedé como en shock.

Yo no estaba preparada para ese momento; en verdad creía que nunca iba a pasar, así que lo primero que me entró en la cabeza fue ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo es que esta vida va a funcionar?

Pero poco a poco me fue cayendo la felicidad, aunque la mía no es una felicidad muy efusiva y nunca lo ha sido.

Esta es la parte en la que hay que entender que para este tiempo yo todavía no había terminado de caer en cuenta de que literalmente podía hacer lo que me diera mi gana en cuanto al manejo de mi salud y de mis procesos fisiologicos.

Lo único que sabía era que quería un parto natural con la menor cantidad de intervenciones posibles y que quería lactar e.g. no quería comprar fórmula.

Nunca había estado demasiado rodeada de embarazadas y las pocas que vi se fueron por el sistema médico, así que yo hice lo mismo.

Ya para después del día de reyes, como el 9 o 10 de enero tuve mi primera cita con una ginecóloga, la cual encontré por una breve búsqueda en google y que supuestamente tenía una tasa considerable de partos vaginales.

En esa primera cita ella me indica una sonografia para “confirmar”, aunque yo ya me había hecho 5 pruebas, todas positivas. 

Fui, me hice mi sonografia donde solo se vio el saco porque tenía 5 semanas de embarazo y con esa edad gestacional aun no se ve nada, y yo, con todo y sonografia en mano, no me lo creía. Creo que me pase la mitad del embarazo no creyéndome que realmente estaba embarazada.

El único síntoma que experimente y que me asustó, fueron unos calambres abdominales terribles que me dejaban tirada en el piso hasta que se pasaban. Nadamás me puedo imaginar que esto es lo que experimentan las mujeres que sufren dolores menstruales.

Estos calambres me asustaron mucho porque comenzaron a pasar luego de una serie de eventos, no relacionados con el embarazo, muy estresantes. Gracias a Dios los calambres duraron sólo dos semanas y nunca vi sangrado durante ese tiempo.

Después de eso, ese embarazo fue un sueño de cero síntomas, cero malestares, análisis excelentes, mucha salud y cero estrés; hasta que llegó la semana 36, cuando me refirieron a la cardióloga por “protocolo” y ahí se introdujo el estrés en mi vida.

En esa misma semana también decidimos contratar una doula, disque para que nos ayudara a que el plan de parto se llevara a cabo de pe a pa.

Para la semana 37 tuve la cita con la cardióloga, con la cual hubo un rapport fatal y me pasó lo que no me había pasado nunca: me salió la presión alta, lo cual fue puro síndrome de bata blanca.

A partir de ahí la cardióloga me indica tres estudios, uno de los cuales arroja el resultado de hipertensión leve.

En la cita para chequear los resultados cuando ella me toma la presión, la misma sale por cielos, naturalmente. En ese momento la mujer me salta con que ella me va a dejar ingresada.

 Yo no te voy a contar mi reacción porque me da vergüenza, pero básicamente fue una crisis nerviosa. Dije no me quedo ingresada, no y no y me fui del consultorio.

Hicimos un acuerdo con la ginecóloga de que íbamos a estar monitoreando la presión ambulatoriamente durante el fin de semana.

Eso significa que el sábado, domingo y lunes fui a emergencia a que ella me la midiera. Ese ha sido uno de los peores fines de semana de mi vida.

El lunes, al ver que la presión nuevamente me salió alta y sin considerar que el monitoreo en casa arrojaba resultados favorables, la ginecóloga que hasta ese momento había sido muy apoyadora de mis planes, no logra entender lo que le explico y me dice que ella no cree que yo pueda parir de manera espontanea, que lo mejor era ingresarme y que probablemente iba a tener que hacer una cesárea.

¿Pa que te digo que me puse mal, si ya lo sabes?

Salí de ahí vuelta un disparate y le dije a Christian que me iba a cambiar de médico; en palabras literales “yo no pongo un pie en esta clínica mas nunca en mi vida”, porque a mí no me iban a ingresar y tampoco me iban a hacer una cesárea.

Una nota al margen es, que cuando le comenté a esta ginecologa que había contratado una doula, ella no lo tomo nada bien. No fue que dijo que “no me lo permitía” sino que me manipuló y me amenazó con cobrarme más por fuera de lo que el seguro cubría si yo procedía con la doula. Esa debió ser una señal clara de que debía de salir corriendo de ahí, pero lo deje pasar.

Durante el tiempo de la debacle, desde la semana 37, hasta ese momento, yo había estado buscando otro médico por internet y ya había dado con una.

También estuve viendo los síndromes con los cuales se podría relacionar la presión alta en el embarazo y sabía que yo no cabía en ninguno de esos diagnósticos; Además, mi presión fuera del escenario de la clínica estaba en un rango normal.

A partir de ese momento la presión nunca me ha salido normal en ningún escenario clínico, hasta el sol de hoy, excepto durante el parto.

Ese mismo lunes hicimos una cita con la otra doctora para el día siguiente. En esa cita nos fue muy bien y yo salí bastante tranquila. La doctora me indicó otros estudios que salieron normales y el embarazo continúo, con monitoreo de la presión en casa.

Las últimas semanas de ese embarazo, por recomendación de la doctora, tomé la licencia de maternidad y la verdad es que es una de las mejores recomendaciones que me dieron y se lo recomiendo a todo el mundo.

Descansé muchísimo, me preparé, me la pasé súper chill y tengo muy bonitos recuerdos de ese tiempo.

Finalmente, en la semana 41 y unos cuantos días, Simón decidió que ya era hora de salir.

El 20 de septiembre del 2018 me levanto como a las 4 de la mañana para ir a hacer pipi. Voy al baño, todo normal y cuando voy de camino a acostarme otra vez, siento la primera contracción y me tuve que poner en 4 puntos.

Siento algo saliendo de mi vagina, voy a ver qué es y veo que es un chin de sangre. No le doy mucha mente, resuelvo ahí y me voy a acostar de nuevo y me duermo como hasta las 7:30am.

No le dije nada a Christian, porque yo no le estaba dando mente a nada, desayunamos y después del desayuno comienzo a sentir como algunas molestias y creo que ahí le dije a Christian que como que estaba sintiendo algo, pero no estaba segura.

Salimos al mirador a caminar un rato y sí, fui yo manejando al mirador, y sí, en el camino tuve una contracción leve.

En el tiempo que duramos caminando en el mirador, las contracciones se pusieron un poquito más intensas y más frecuentes. Estaban viniendo como cada 15 minutos.

 

Luego comenzó a llover y nos tuvimos que ir. Como a las 12 del día le hablo a mi doula para comentarle lo que está pasando y su primer consejo es avisarle a la doctora lo que, en retrospectiva, es un mal consejo.

Cuando llegamos a la casa me puse a hacer la comida y le dije a Christian que llamara a la doctora para avisarle. La doctora nos dijo que saliéramos a la clínica. Le dijimos que íbamos a ir después de almorzar.

Ya para cuando la comida estaba lista yo tenía que parar todo cuando venia una contracción y tenía pocas ganas de comer. A duras penas me comí un taco.

Cuando terminamos, nos alistamos y salimos a la clínica, a la cual llegamos a eso de las 3:00pm.

En la clínica tuvimos que esperar a que llegara la doctora. La doula lidió con el personal de la clínica para que no me pusieran la mano hasta que ella llegara, ya que yo quería que la única que me pusiera la mano fuera ella.

En ese tiempo todavía no sabía que podía decir que NO a los tactos vaginales.

 Cuando ella llegó me chequeó, hizo su respectivo tacto y dijo que tenía entre 1 y 2 cm y que ya estaba terminando de borrar la cervix.

Ella preguntó que si me ingresaba y yo dije que prefería irme a mi casa. Ella me pregunto que si no podía quedarme cerca de la clínica y yo le dije que prefería irme a mi casa, así que a mi casa me fui. 

El camino de la clínica a la casa duro 1 hora en trafico de Santo domingo. O sea, fue MUY doloroso y horripilante.

 Ya en la casa ni me acuerdo que pasó. Me la pasé caminando de aquí para allá y de allá para acá. La casa se quedó a oscuras todo el tiempo, ya que las luces fuertes me molestaban.

 Ya yo estaba en un punto en que no podía estarme quieta y las contracciones eran bastante frecuentes.

Como a la hora de yo estar en la casa, llego la doula y trajo gelatinas; aunque yo, honestamente, tenía cero ganas de comer.

Un rato después que ella llegó me dio calor así que me fui a la habitación y prendí el aire. Ahí dure un rato arrodillada y recostada de la orilla de la cama.

Creo que en ese momento debía estar cerca de la transición, porque cada contracción me provocaba agacharme y estar cerca del piso, lo cual es totalmente instintivo para estar en una posición adecuada para agarrar al bebé cuando salga.

Realmente no quería que nadie me hablara ni me tocara, lo cual no es nada raro en mi.

A mí no me funciona rebozo, ni contra presión, ni hip squeezes, ni masajes, ni sobadera.

Después de que me cansé de estar en el cuarto, me fuí al baño y prendí la ducha caliente, que se sintió como el cielo en la tierra y después, por sugerencia de la doula, me senté a revés en el inodoro y recosté la cabeza de una almohada; eso también se sintió bien.

Luego recuerdo que cerré la puerta del baño y me metí en la ducha de nuevo. Luego de un rato la doula comenzó a tocarme la puerta. Eso me molestó porque realmente prefería estar sola.

Luego de un rato, según me cuenta Christian, emití un sonido que no había hecho antes. Yo no lo recuerdo, pero cuando la doula lo oyó, de una vez se puso alerta y dijo que teníamos que ir saliendo, porque ese sonido indicaba que ya estaba cerca.

Me tuvieron que convencer para salir. Yo no estaba en eso para nada, pero a regañadientes dejé que Christian me pusiera la ropa y bajamos al carro.

Me tuvieron que convencer para montarme en el carro. Estaba llorando, negándome a entrar, recordando la ingrata experiencia del viaje de la clínica a la casa. Tenía miedo de que hubieran tapones y de tener que sufrir esas sensaciones sin libertad de movimiento.

Finalmente lo lograron y salimos para la clínica a eso de las 7:30 pm. El camino fue rápido, pero para mí fue eterno y extremadamente doloroso.
Cuando llegamos, otra vez tuvimos que esperar y otra vez la doula tuvo que lidiar con el personal para que no me tocaran, ni me canalizaran.

La buena noticia es que cuando me tomaron la presión, ella estaba en un rango normal y así se mantuvo durante todo el tiempo en la clínica.

La doctora llegó y me hizo el respectivo tacto y determinó que ya yo iba por 8 cm, lo que corresponde a transición.

La etapa de transición no debería durar demasiado pero, obviamente, con el cambio de escenario, la gente, etc. el parto se ralentizó bastante.

La doctora indicó que me llevaran al área de pre parto. Esto fue una luchita porque yo me negaba a que me subieran en silla de ruedas, pero fuñeron tanto que al final acepté para que me llevaran a la sala y me dejaran en paz.

Ya en el área de pre parto las cosas seguían avanzando, lo único que, supuestamente, Simón no bajaba. Otra cosa es que cada vez que me hacían un tacto, que me hicieron como 6 en 2 horas, Simón se devolvía.

La doctora dijo que yo tenía que hacer pipi para que Simón terminara de bajar. Me senté varias veces en el baño y lo intenté, pero no me salía nada. Me sentía observada y presionada.

Finalmente la doctora introdujo un catéter por la uretra para vaciar la vejiga y sí, el bebé bajo un poco.

Luego de esto me fuñeron muchísimo cambiándome de posición y mandándome a hacer mil y una cosas, entre ellas cuclillas las cuales yo no aguantaba, y yo la verdad que ya me estaba cansando y lo que quería era tirarme en la camilla y que no me molestaran mas.

Creo que había pasado sólo como una hora y alguito desde que llegamos, pero la doctora decidió que para que avanzáramos lo mejor era romper bolsa y yo, como estaba tan cansada accedí, a ver si se terminaba la odisea.

Con la bolsa rota las contracciones se pusieron un poquito más intensas. Ya para las diez de la noche había llegado a los 10cm de dilatación y eso, en el mundo obstétrico, es a pujar de una vez aunque la mamá no sienta ni un ápice de urgencia ni sensacion de pujo.

Sinceramente, lo único que yo quería hacer era tirarme en la camilla, que se callaran la boca y dejaran de molestarme, pero estaba en un estado tal, que no me salía decir nada coherente.

En ese momento sentía cero ganas de pujar, pero como ya tenía 10cm me pusieron en eso.

Obviamente yo no lo hacía “bien”, porque el cuerpo puja solo y mi cuerpo no estaba pujando, mi instinto no estaba ahí, era una cosa totalmente dirigida por personas que no sentían nada de lo que yo estaba sintiendo.

Ya para este punto yo me había rendido y solo quería que todo terminara.

Me pusieron en distintas posiciones verticales para que el pujo fuese más “efectivo” pero nada funcionaba y yo me quería acostar (el cuerpo pidiendo descanso).

Finalmente me trasladaron a la sala de parto que, en realidad, no es más que una sala de cirugía. Ahí otra vez intentaron ponerme en una posición semi vertical, pero finalmente tuvieron que acostarme porque eso era lo único que yo quería.

Ahí se duró un rato en pujo dirigido, pujo morado, hasta la maniobra de Kristeller me hicieron para “bajar” al bebé. A mí ya me hedía la vida, para ser honesta.

Obviamente con todo ese pujo antes de tiempo, pasó lo único que puede pasar: se me inflamó la cervix.

La doctora le enseña a Christian lo que pasa y dice que lo que ella recomienda es que se haga una episiotomía para poder sacar la cabeza de Simón mas rápido. Yo accedí porque ya quería salir de la pujadera.

La doctora me aplico anestesia local y me hizo el corte, con dos pujos mas salió la cabeza de Simón, finalmente. Otro pujo mas y salió el cuerpo completo.

Eran las 12:01 de la madrugada.

QUE ALIVIO.

Me pusieron a mi bebé en el pecho, lo secaron, esperaron unos cuantos minutos, no sé si 5 o más y le cortaron el cordón.

Luego vino alguien y dijo que se lo tenía que llevar. Yo ni fuerzas tenia para decir que no, ni siquiera me dio tiempo de mirarlo bien, pero Christian salió huyendo atrás de nuestro bebé para que lo dejaran intacto; cero puyas, cero pomada en los ojos, etc.

Luego, supuestamente, comencé a sangrar demasiado para el gusto de la ginecóloga, por lo cuál me canalizaron y me administraron pitocin. El sangrado disminuyó y me suturaron la episiotomía.

Ese proceso de sutura debió haber durado alrededor de una hora.

Yo estaba en un high hormonal y, aunque estaba extremadamente cansada, no tenía nada de sueño.

Luego de que terminaron de suturarme me trasladaron a la habitación. Después vino Christian y le dije que fuera huyendo a buscarme a mi chamaquito.

En eso paso un buen rato. Yo no dejé de embromar hasta que me lo trajeron. Me lo pegué de la teta ipso facto.

Cuando ya tenía a Simón en brazos, Christian fue a comprarme un sandwich para quitarme el hambre. Esa noche no dormí más de media hora.

Por la mañana a eso de las 8 o las 9 vino la doctora a chequear como estaba todo y a las 12 del medio día ya estábamos saliendo de la clínica y de camino a casa, gracias a Dios.

Y así fue como Simón llego a este mundo.

Desde que Simón nació, he aprendido más de lo que aprendí en mis 28 años previos de vida. Simón me abrió los ojos a tantas cosas y ha sido el propulsor de muchísimos intereses en mi.

Cuando repaso esta historia puedo ver todos los abusos a los que me sometí consciente e inconscientemente, por falta de información, por no querer molestar demasiado y por falta de conocimiento de mis derechos y del sistema obstétrico.

También puedo ver que si yo fuera menos rebelde probablemente la historia hubiese terminado de una manera muchísimo más traumática.

Pero lo puedo ver con paz y agradecimiento, porque a partir de esta experiencia se me abrió un mundo de conocimiento, de convicciones y de confianza en mí misma que nunca me había imaginado.

Yo puedo decir que hoy muchas de mis convicciones nacieron con esta experiencia de parto.

Gracias Simón, por venir, por romperme en mil pedazos y reconstruirme.

Te amo más de lo que las palabras pueden expresar.

 

La historia y bienvenida de Tomás

La historia y bienvenida de Tomás

Tengo que admitir que duré alrededor de un año posponiendo el embarazo. Yo sabía que era lo que Dios me pedía, porque el llamado era constante. Pero yo tenía miedo. Las circunstancias de la vida nunca son perfectas para las decisiones importantes y los grandes cambios...

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